El fundamento de la explotación en el sistema capitalista es la disyuntiva entre el valor de uso y el valor de cambio. La plusvalía nacerá precisamente en torno a esta diferencia. El valor de cambio va a ser necesariamente superior al de uso, el cual presenta dos vertientes: reproducir el trabajo para la propia supervivencia, y una vez garantizada esta supervivencia, generar una plusvalía.
El valor se compone de capital constante y capital variable. El capital constante es el que se atribuye al conjunto de elementos que, conformando el proceso productivo, no trasmiten valor. No hay ninguna disfuncionalidad, y de ahí la caracterización de "constante". El capital variable es, por el contrario, aquel que si tiene la capacidad de variar significativamente el valor de uso inicial. En el mundo de producción capitalista, al cambiar las formas, se favorece la materialización del valor como plusvalía. Además, la forma de materialización la establacerán los precios. Cuanto mayores sean los mercados, los precios podrán ser más bajos, y viceversa, a pequeños mercados, grandes precios. A este respecto actuarán otros factores, como el nivel de renta, etc.
El precio final, distinto del inicial, repercute en una capital y en una plusvalía.
En el dinero no existen elementos cualitativos, o es más, o es menos.
La acumulación de capital es necesaria como previsión de problemas futuros. Esta va a ser la justificación para la acumulación de capital en manos privadas, ya sea social o de otro tipo. En la medida en que aumenta la acumulación de capital, el beneficio va a tender a reducirse. Bajará también la media mundial, que no quiere decir la de las partes. El sector monopolista va a ser el mayor beneficiado de dicha apropiación. El sector competitivo, precisamente por el hecho de serlo, tiene en conjunto un nivel de apropiación muy bajo. En la práctica el sistema redistribuye fuertemente, de manera que el sector monopolista va a acumular cada vez más poder y más dinero, al margen de que el beneficio medio no aumento en proporción.
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